Los niños pasarán un fin de semana con los abuelos, así que nos escapamos al cercano pueblo mágico de Tequisquiapan para recorrerlo en bicicleta.
Disfrutamos las vistas de semidesierto y viñedos durante la hora que el trayecto toma y luego de llegar encontramos el alojamiento que tenemos reservado justo al lado del parque La Pila.
Instalarnos sólo toma 15 minutos y acto seguido armamos las bicicletas plegables para salir a explorar.
Recorrer Tequisquiapan en bici nos permite descubrir rincones que no habíamos visto a pesar de haber visitado el lugar en otras ocasiones. Entre veredas de tierra y apacibles calles empedradas encontramos aquí y allá villas, hoteles boutique, pequeños establecimientos en donde ofrecen catas de quesos y vinos de la región, parajes arbolados, y hasta la pequeña presa situada en las inmediaciones.
Sin embargo, circular fuera del camino tiene sus desventajas. En la zona abunda una vegetación espinosa y terminamos con las ruedas de ambas bicicletas pinchadas. El sellador repara algunos agujeros pero el aire sigue escapándose así que vamos parando de tramo en tramo para inflarlas hasta hasta que regresamos a la zona urbana para comprar un dispositivo que retira la válvula e inyectar más sellador. Afortunadamente esto es suficiente para continuar hasta el pueblo.
Entre el pedaleo y los contratiempos han transcurrido ya 6 horas y ya tenemos hambre, así que hacemos una parada en Madre Selva, un establecimiento con un ambiente relajado y minimalista donde “diseñas” tu propia pizza con ingredientes frescos de granjas locales que van desde queso hasta especias y algunas bayas. Nuestra creación se compone de tocino, cebolla y ciruelas pasas acompañada de ensalada de lechuga, germen de trigo, fresas y queso de cabra. Ordenamos otra pizza de champiñones con pepperoni para llevar y regresamos al alojamiento para tomar un regaderazo y disfrutar del hermoso jardín.
Terminamos el día sumergidos en el jacuzzi exterior entre burbujas y agua calientita, admirando el cielo estrellado y disfrutando pizza con un par de copas de vino.
Al día siguiente nuestro anfitrión nos despide con un desayuno de chilaquiles en salsa poblana, biscochos, café y jugo, tras lo cual emprendemos el regreso, ¡felices al haber completado una escapada saludable y relajante!